Taberna der Guerrita
Posted on 19/06/2015 by Armando Guerra on Prensa

DIARIO DE CÁDIZ | Pepe Monforte: Armando Guerra Monge. Pasión manzanilla

Delgado, no se puede estar quieto. Cuando habla contigo le gusta hacerlo con una copa de manzanilla en la mano. Cada cierto tiempo repite el ritual. Menea la copa, el vino se alegra. Lo huele, como buscando inspiración. A veces pienso que utiliza la estratagema para medir bien sus palabras. Es de esas personas que no habla por hablar.

Armando Guerra, 40 años, tiene cierto aspecto de monje jesuita. Rubio de pelo, barba cuidada. No parece que naciera en la Casa de Maternidad de Sanlúcar, muy cerquita de donde reposaba su amado amontillado Quo Vadix, uno de esos vinos viejos, de meditación, como le gusta decir a otro apasionado de Sanlúcar, Jorge Pascual, el gerente de las revividas bodegas Delgado Zuleta.

La Iglesia hubiera soñado con tener «predicadores» como él. Siempre sonriente, pero pausado, reflexivo. Pero él no tiró por ahí. Predica manzanillas y es uno de esos privilegiados que en el mundo fino se bautizan como cazador de tendencias, gente que intuye con acierto por donde irá la cosa en los próximos años…un profeta, si hubiéramos vivido en tiempos de Moisés, el de la película de Los Diez Mandamientos.

Armando Guerra predica desde su capilla del barrio bajo de Sanlúcar. Allí está la taberna del Guerrita. El apodo es de su padre Manuel Guerra, arrumbaor, una vieja profesión delas bodegas. El puso en marcha este templo al que acuden los que quieren encontrar la verdad del dorado pajizo y eso tan poético del velo de flor, que parece más propio de una novia que de una manzanilla.

El tabernero reparte la bendición en copas grandes. No es de catavinos ni de «gorriones», como se le llama en Sanlúcar a los vasos de caña para beber manzanilla. Esta seguro de que el Jerez es un vino grande y por eso hay que tomarlo en «cáliz», en copas de esas grandes y de cristal fino que hacen clin cuando se besan en un brindis.

Licenciado en Derecho, máster en gestión de empresas alimentarias y enólogo por la Universidad Politécnica de Madrid ha sido capaz de construir al revés la leyenda de las «acesorias» de los ultramarinos de Cádiz, esos bares pegaitos a los almacenes, donde los «cabezas de familia» se tomaban dos vasos con la excusa de comprar un octavo de «choperpol» para el bocadillo de los niños.

Armando Guerra se encontró con la taberna de su padre y le agregó un «almacén» pero en versión siglo XXI, La Sacristía, una tienda especializada en vinos que se ha convertido en una referencia en España sobre jereces. Más de 200 etiquetas diferentes de vinos andaluces se acumulan en sus estanterías. Para completar la escena, una sala de catas.

El de las barbas rubias de Sanlúcar, el muchacho dergaito de la cara de monje jesuita, ha conseguido que por esa sala de catas hayan pasado en los últimos años los «profetas» más aclamados de España en todo lo que tiene que ver con el vino. Las entradas para sus espectáculos copa en mano se acaban con semanas de antelación, como si fueran las funciones de El Rey León en Madrid.

Entre sus logros: ser el pionero en embotellar manzanillas en botellas «magnum», de litro y medio. Grandes del sector como Barbadillo o Delgado Zuleta le embotellan en exclusiva vinos en rama, los salvajes, los que están ahora de moda, sabiendo que El Guerrita es de los que marca tendencias.

Estuvo también detrás de un singular encuentro que tuvo lugar en Sanlúcar entre los productores de jereces y los de champán artesanales franceses. En su taberna se encuentran los sabihondos de los vinos del mundo, que disfrutan como locos pelando las acedías fritas con la manos, sobre plato de loza blanca y mesa de madera con más barnices daos que la puerta una iglesia . Para acompañar a los parientes chicos del lenguao, Armando les sugiere un amontillao y ya se los camela para siempre…es el secreto del éxito de este monje de las manzanillas llamado a ser Papa.

http://www.diariodecadiz.es/article/opinion/2024899/pasion/manzanilla.html